sábado, 3 de abril de 2010

La segunda desaparición de Haroldo Conti

La gente del ARI de Tigre, en el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia recordó a Haroldo Conti enviando las palabras escritas por Pablo Bergel que reproducimos.

La segunda desaparición de Haroldo Conti


Pablo Bergel*


Haroldo Conti ha sido nuevamente secuestrado y desaparecido. Ocurrió entre el 4 y 5 de Noviembre pasados; allí donde serpenteaba “su” arroyo Anguilas bajo una bóveda de árboles, en el bajo delta. Yo mismo lo vi, junto a una decena de pobladores, nacidos y criados en esas islas, habitantes por décadas o generaciones, junto a sus familias. Ese es el escenario y son los personajes de “Sudeste”, una de las novelas más significativas de Haroldo.

El arroyo no existe más, fue taponado y sepultado por toneladas de tierra; las viviendas y plantaciones de los isleños tampoco existen más, también ellas arrasadas, quemadas, aserradas... desaparecidas. Yo estaba allí y lo vi; junto a un grupo de isleños “exiliados” que sin embargo vuelven y resisten, no se resignan, y otro grupo de compañeros del INTI, con quienes tomamos fotos y videos; intentamos reabrir el arroyo a pura pala pero no pudimos: el Anguilas desapareció.

No había carros de asalto; ahora eran dragas, retroexcavadoras, palas mecánicas. No había Falcon verde; había una lancha blanca con la inscripción “ISLACOLONYPARK”, desde donde se dirigían las operaciones. Resultó inútil el aviso a prefectura: hay “zona liberada”.

Días antes, el propio INTI fue atacado en el proyecto conjunto que está encarando con los isleños; un proyecto productivo de agregado de valor a la cadena del junco. Los isleños que se quedaron sin vivienda y sin trabajo son junqueros, pescadores, recolectores, plantadores. Entonces decidieron recurrir al INTI, y allí fuimos: firmamos un convenio con varios objetivos de trabajo, iniciando por levantar un galpón en terrenos cedidos por un isleño en un arroyo cercano, La Paloma, para capacitación y producción.

Un cartel del INTI indicador del proyecto fue destruido y desaparecido bajo tierra por las mismas retroexcavadoras; además, la entrada del arroyo La Paloma, que conduce al emprendimiento, fue obturada con tierra, pero esa vez sí pudo ser reabierta a pico y pala por los isleños.

La misma lancha blanca dirigiendo las operaciones: Colony Park, presunta empresa que mueve muchísimo dinero (eso está a la vista, aunque hay fuertes dudas sobre su origen, propietarios reales, etcétera, rumores hay muchos, no hemos investigado eso, no nos corresponde a nosotros).

Están haciendo un country de más de 300 Has. en esas islas (pueden admirarlo en “http://www.islacolonypark.com.ar/”; vea allí la maravilla que le ofrecen: “desurbanizarse en 15 minutos”, protegido por prefectura, auto y yate a la puerta del chalet; quizás se tiente en invertir para la tranquilidad y felicidad de su familia, o de su billetera: eso sí, averigüe cuales son los costos y consecuencias a mediano plazo de construir sobre un humedal rellenado a metros del río abierto y las sudestadas, porque usted, amigo, a quien los isleros y el delta, y Haroldo Conti, y los desaparecidos, quizás no le importan un comino, usted también puede resultar un incauto estafado por los nuevos colonyzadores).

Para realizar este pequeño Dubai del subdesarrollo, están subiendo la cota de la isla y rellenando su interior en más de cuatro metros; alterando de manera violenta y profunda no sólo la vida de los pobladores, sino todo el ecosistema del delta inferior, un humedal protegido internacionalmente por la convención RAMSAR, que Argentina firmó .

El Estado, en todas sus ramas y niveles, tiene la obligación de proteger el delta y a sus habitantes. Llenarlo de countries, contaminarlo con efluentes industriales o domiciliarios, asfixiar la pesca, arrasar el monte nativo, impedir su dinámica de regulación, depuración de aguas, control de inundaciones (“efecto esponja”), empobrecer su biodiversidad con nuevos monocultivos (ahora se menciona al bambú, como la “soja del delta”, para lucrar con los “bonos verdes” en el perverso “mercado del carbono”), crear un “clima de inversiones” con “seguridad jurídica” para el gran capital, parece ser el plan maestro de esa asociación impune de “desarrolladores”, capitalistas truchos y seguramente funcionarios judiciales y políticos que discursean para un lado y miran para el otro. Es evidente que semejante devastación y atropello no podría existir sin fuertes apoyos “desde arriba”.

Ya de regreso, como dolorosa ironía, pasamos frente a la “casa-museo” Haroldo Conti, en el hermoso arroyo Gambado, hito del “circuito turístico-cultural”. Tengan cuidado, señores, no vayan a ser recibidos por su fantasma... con algún trabucazo destemplado.

* Sociólogo, Director del Programa INTI-Calidad de Vida.

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