El vicepresidente Cobos se transformó en la punta de lanza del Grupo Clarín, en su avance contra la posible aprobación de una ley de servicios de comunicación que termine con el monopolio en materia de medios audiovisuales.
La reunión en la que quiso juntar a la oposición parlamentaria, no sólo es para oponerse a una ley, sino también para conformar un liderazgo con vistas a las elecciones de 2011.
Claro que la jugada puede salirle mal, si en lugar de consolidarse como el pollo de los medios (hay que recordar que los multimedios lo tuvieron como “la” figura en tiempos del conflicto del campo, y que le hacían notas hasta cuando trotaba) aparece como el desplumado del cuento. Porque si bien por ahora está contando con todo el apoyo del Grupo Clarín, y él sabe corresponderle con toda fidelidad oponiéndose a cualquier, no cayó nada bien en algunos sectores que pretenda desde ya erigirse en la próxima figura electoral. Por un lado, no es el único que hace méritos para lograr el apoyo de los medios. Tanto Mauricio Macri como Reuteman tienen también sus aspiraciones presidenciales (aunque por ahora sus figuras estén algo bajas) y por supuesto, dentro de la Coalición Cívica existen todavía fuertes resistencias a un radical bastante sui generis, capaz de darse vuelta de acuerdo a cómo sople el viento. “Ya lo ha hecho varias veces”, dicen los que lo conocen.
También habrá que observar detenidamente cómo resulta su intento de impulsar la resistencia a la nueva ley, porque de ello dependerá también la consistencia de su alianza con Clarín. Una nueva pérdida para el Grupo podría dejarlo en desventaja con respeto al negocio de la comunicación, y si sus finanzas sufren, sufrirán también el apoyo de los aliados, la consistencia de sus empresas, y la fidelidad de sus actuales socios y empleados.
Para colmo, hasta la Iglesia Católica parece despegarse del Grupo Clarín, cuando este fin de semana el vocero de la Conferencia Episcopal Argentina, presbítero Jorge Oesterheld, dijo que la ley significa “un paso adelante para los que hoy no tienen voz”, al permitir que las organizaciones de la sociedad civil, las universidades y otras instituciones puedan tener acceso a medios de comunicación y agregó que la creación de “radios comunitarias coincide con las enseñanzas de la doctrina social de la Iglesia”.
A ello se sumaron las dos jugadas de Cristina Fernández: enviar un proyecto para suprimir el delito de calumnias e injurias, y terminar con la mayor objeción: la posible participación de las telefónicas. Quedó anulado así del posible reemplazo de un monopolio (Clarín) por otro igual de malo o peor (las telefónicas).
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