sábado, 14 de noviembre de 2009

El pensamiento único deteriora la democracia


por Claudio Siniscalco


Los más fervientes teóricos del pluralismo informativo y de lo que ellos mismos denominan “periodismo independiente” son los más salvajes practicantes del pensamiento único.

El tratamiento de las declaraciones de Maradona luego del triunfo frente a Uruguay es otro claro ejemplo (después de la crisis del campo, de la ley de medios y de tantos otros casos) de cómo la corporación mediática impone la agenda, unifica el discurso y multiplica su mensaje uniforme hacia toda la sociedad, ejerciendo un doble rol: el que le corresponde por su propia esencia profesional, de información, crítica y control de los actos de gobierno; pero también, y sobre todo, el de líder de la oposición política al kirchnerismo.

Cuando el DT de la Selección les recomendó el sexo oral a sus críticos, los medios de la corporación se horrorizaron, propagaron las escandalosas palabrotas hasta el último rincón del planeta y demonizaron al autor de semejante ofensa al género humano (sobre todo a las mujeres y a los niños, se dijo).

Dicho sea de paso, muchas mujeres y tal vez no pocos niños miran los programas de chimentos de la tarde, frecuentados por engendros llamados “los mediáticos”, que varias horas antes del horario de protección al menor hablan de temas que harían poner colorado al mismísimo Monstruo de Villa Fiorito. Pero nadie se escandaliza.

Y hablando de colorado, uno de los que no se privó de condenar a Diego fue precisamente el diputado multimillonario, el “peronista disidente” Francisco de Narváez, que calificó de “vulgares y groseras” a las palabras del DT, ya que él “posee un cargo que representa a los argentinos”.

Pero pocos días después, el sonriente diputado conocería en carne propia lo complicado que es escupir para arriba. Él, que realmente representa a mucha gente, a millones de personas que lo votaron (no como Maradona, al que sólo lo eligió Grondona), se despachó con un: “la gente nos agradece que les hayamos roto el culo a los pingüinos”. Obviamente, nadie se escandalizó.

Tampoco nadie se horrorizó cuando Carlos Reutemann invitó gentilmente al gobierno nacional a que se “recontra metan en el medio del culo” la candidatura presidencial. El ex piloto de F1 fue dos veces gobernador de Santa Fe y tiene dos mandatos cumplidos como senador nacional por su provincia (una de las más importantes del país) y un tercer período por delante. Se podría suponer que la jerarquía institucional de Reutemann, en función de los cargos que ocupó y que ocupa, hacía más condenable su exceso verbal que el exabrupto de un DT de fútbol, por más exitoso y reconocido que haya sido en sus tiempos de jugador.

Pero no fue así para la corporación mediática, que difundió hasta el hartazgo las declaraciones de Maradona e ignoró las de De Narváez y las de Reutemann. ¿A qué se debe esta diferencia? ¿Por qué no se mide con la misma vara? ¿Tendrá que ver con el color de la piel, con el lugar de nacimiento, con el nivel de educación, con las simpatías políticas, con la pertenencia o no al establishment?

La corporación nos acaba de enseñar que las palabras son malas o buenas según quién las pronuncie. Ahora ya sabemos que no hay instrumentos objetivos ni independientes que nos ayuden a discernir si está bien o está mal decir groserías o vulgaridades.

Ahora falta que nos hagan otro importante aporte didáctico. Que admitan, para los que todavía no se enteraron, que sólo los guía la defensa de sus intereses, que casi siempre se contrapone a la independencia, la objetividad y el pluralismo que tanto proclaman.

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