lunes, 9 de noviembre de 2009

Verdades y mentiras sobre el delito juvenil

La política encontró nuevos culpables para tapar sus negocios y sus errores: los chicos y los adolescentes pobres. Hoy, para los chicos más marginados las opciones que les da el Gobierno son la calle o la cárcel. En el medio, una sociedad indefensa pide con todo derecho por seguridad y paz, mientras va siendo ganada de a poco por el miedo.

Por Red de Jóvenes – Coalición Cívica

Ante el justo e ineludible reclamo de la sociedad por paz y justicia, y ante la vergonzante respuesta que al mismo está dando la política y el Gobierno, queremos marcar lo que en nuestra opinión son algunas verdades y mentiras sobre el delito juvenil:

Es verdad que la inseguridad es uno de los mayores problemas que tenemos, y es verdad que la demanda social y el dolor de las victimas y familiares son legítimos y que la política y el Gobierno deben dar una respuesta concreta a ese reclamo.

No hay datos que prueben que estamos ante una “oleada” de delito juvenil. Las estadísticas nacionales y provinciales indican que los delitos cometidos por menores no han aumentado considerablemente en los últimos años. En todo el país hay menos de mil menores de 18 años acusados de homicidio, y apenas 250 acusados de delitos sexuales. El gobernador Scioli miente: su Gobierno no tiene cifras veraces de delito juvenil, como tampoco tiene datos sobre pobreza o padrones de beneficiarios de sus planes sociales clientelares.

Es verdad que hay complicidad y negocios cruzados entre la política, la policía y el delito. Tanto es verdad esto como también es verdad que sin enfrentar esta cuestión de fondo no hay ninguna respuesta posible al problema de la inseguridad y que, hasta el día de hoy, ningún gobierno pudo o quiso dar esta batalla.

No es verdad que el Gobernador Scioli o la Policía tengan “las manos atadas” ante el delito juvenil ni que en la Provincia de Buenos Aires un adolescente que comete delitos graves “entra por una puerta y sale por la otra” porque las leyes son “blandas”. La Provincia tiene vigente un Fuero Penal Juvenil para menores entre 16 y 18 años que cometen delitos, y para chicos de 14 y 15 años que delinquen existen medidas de excepción y detención que pueden ser impuestas. Si esto en Buenos Aires no se aplica es porque el Gobierno no cumple con la ley vigente y no destina el dinero para tener los jueces, los fiscales, y los Centro de Detención especiales para menores que la ley ordena.

Es verdad que debemos darnos un debate en la Nación y en las Provincias sobre la creación y efectiva aplicación de un Régimen Penal Juvenil Adolescente Especial y diferente al de Adultos, como todos los organismos internacionales proponen, que asegure el derecho de defensa en juicio y todas las garantías a los menores, pero que también aplique penas en los casos graves. Incluso aceptamos que es necesario debatir si este Régimen se debe aplicar desde los 16 o los 14 años. Resulta crucial entender que esto es apenas atender un síntoma de un problema mucho más grave que no se resuelve por tener más adolescentes enrejados.

No es verdad que “la plata no alcanza”. La Legislatura de la Provincia de Buenos Aires gasta el doble que la suma de todos los programas especiales para adolescentes en riesgo y vulnerabilidad social. Para cada uno del medio millón de chicos del conurbano que no estudian ni trabajan, la Provincia gasta 650$ por año; mientras que gasta más de cinco millones de pesos anuales por cada uno de los senadores provinciales.

No es verdad que mayores penas, mas cárceles o mano dura disminuyen el delito. Esto se comprobó en todo el mundo y también en la Argentina. En los últimos años nuestro país ha aumentado sucesivamente las penas, y todo lo que se obtuvo fue mayor tasa de delito.

No es verdad que se esté actuando sobre las “causas del delito” ni sobre la prevención. El Gobierno Provincial gasta más plata en policías y cárceles que en programas sociales.

Es verdad que las cárceles están llenas de chicos jóvenes, pobres, sin educación ni trabajo. El promedio de edad entre los internos de la Provincia de Buenos Aires es de menos de 25 años, y más del 80% de ellos al momento de ser detenidos no estudiaban ni trabajaban.

Es verdad que el Estado no da alternativas para estos chicos. Hoy, las opciones que les da el Gobierno son la calle o la cárcel.

Es verdad que en Argentina la Política Social es un negocio: no es para combatir la pobreza en serio sino para que algunos políticos usen a los pobres para conseguir votos y cargos.

Es verdad que sociedades más justas y con mayor desarrollo económico tienen menores tasas de crimen y de delito violento, y que la integración y el mayor acceso a las oportunidades para todos son en el largo plazo la mejor manera de disminuir los niveles de violencia.

Estamos ante una situación de quiebre social, ruptura de los lazos de contención, abandono de los más débiles y violencia, que tiene efectos concretos en el día a día y también perdurables en el largo plazo.

Una sociedad en donde manda “meter bala a los delincuentes” y “el que mata debe morir”, es una sociedad en donde todos y cada uno de nosotros va a tener más temprano que tarde un amigo o un pariente muerto. Todos vamos a estar más inseguros, menos libres, más doloridos, menos felices. El hilo se corta siempre por lo más delgado. ¿Es esta la sociedad en la que queremos vivir?

Si estamos dispuestos como sociedad a meter presos a chicos de 14 años, decidámonos de una buena vez a meter presos a aquellos legisladores que usan los subsidios y los contratos para cambiar su casa y su auto, a aquellos intendentes que financian sus campañas políticas con dinero de la droga , el crimen y la corrupción, a aquellos policías que usan a esos chicos como mano de obra impune para recaudar, y a los ministros, gobernadores y presidentes que hacen campaña y se sacan fotos con todos ellos.

La situación social y de violencia viene empeorando en los últimos años y la respuesta del Estado es cada vez peor. La gente tiene cada vez más miedo. Nada justifica ni puede remediar el dolor de una vida que se pierde. Todos somos victimas, pero también todos somos responsables. Todos estamos indefensos, pero es hora que al menos miremos la realidad sin prejuicios, nos decidamos a vencer el miedo, optar por la paz y no por la venganza, y exigir respuestas a los verdaderos responsables.

Mientras nos atrapa el miedo, para lavar sus culpas, esconder sus negocios, incapacidades, errores y distraer a los medios y a la gente, los políticos y los gobernantes encontraron un nuevo culpable de todos los males: los chicos y los adolescentes pobres.

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